jueves, 14 de mayo de 2020

UN CUENTO: PIPER


PIPER


Había una vez una chica que vivía en las nubes, se llamaba Piper; tenía unos 15 años, era alta, morena, con ojos marrones y pelo negro azabache.
A las ocho de la mañana desayunaba un trocito de sol; para comer, tomaba un trocito de cielo tostado por el sol y, para cenar, un platito de picos de estrella.
Un día, mientras tomaba su desayuno habitual (el trocito de sol), sonó un estruendo y, de repente, de las nubes salió un unicornio. 

Esto era algo nuevo para Piper, ya que ella nunca había visto un unicornio en persona.
El unicornio se lanzó sobre ella pero, como era de reflejos rápidos, escapó de su embestida. El unicornio la persiguió hasta que una nube se interpuso entre ellos.
Cuando Piper se libró de él pensó en lo extraño que había sido lo ocurrido, pero no consiguió encontrar nada de información sobre casos parecidos. Decidió visitar a las reflejadoras de la verdad, que eran unas pequeñas criaturas que vivían en las nubes; eran como personas, pero pequeñas y con alas de mariposas que eran las más bellas del mundo, eran todas muy guapas y tenían unas orejas puntiagudas.


Para que respondieran a la pregunta de Piper, tenía que hacer primero unas misiones que le mandaran para que comprobar que era digna de saber lo que quería saber.
Cuando llegó al lugar donde vivían, que era una enorme sala iluminada con la luz del sol; entró y se encontró con la primera reflejadora y le preguntó qué tenía que hacer para que le dijeran la verdad: “ Si la verdad quieres saber, esta misión deberás completar: debes ir al castillo encantado, que está a tres días y tres noches de aquí avanzando hacia el oeste siempre y salvar al príncipe Halí de la bruja Anabel.” dijo misteriosamente. Y continuó: “Para tu misión deberás llevarte este espejo, ya que hay temibles basiliscos, que son serpientes que te dejarán de piedra si las miras directamente”.
Piper se puso en camino y tras tres días y tres noches llegó finalmente a su destino.
La bruja Anabel vivía allí; el castillo era muy oscuro y con los tejados puntiagudos.
Piper tenía muy claro lo que tenía que hacer, necesitaba usar el espejo para ver a los basiliscos indirectamente, así que lo sacó de su bolsillo trasero.
Cuando entró al castillo no le fue difícil ver a los basiliscos; eran grandes, de color azul oscuro; estaban durmiendo, así que decidió aprovechar el momento para pensar en cómo atraparles, porque estaba claro que a la fuerza no lo podría conseguir.
 
Después de pensar en cómo hacerlo se puso manos a la obra, debería conseguir que se entrelazaran entre sí haciendo un gran nudo.
Los despertó usando su gran utensilio y lo consiguió, eso sí, con muchos saltos y agachándose.
Después tuvo que encontrar al príncipe Halí; así que se puso a buscar.
Cuando encontró al príncipe se quedó boquiabierta, estaba boca abajo atado a una jaula con un jaguar alado y delante de ellos había un hipogrifo; los animales estaban durmiendo.
Piper no sabía dónde, pero había leído que los hipogrifos sabían hablar y si les daba de comer cualquier cosa serían sus amigos y nunca le fallarían. Así que lo despertó y le dio un platazo de los picos que había guardado para su viaje.
El hipogrifo se lo comío muy agradecido, y le contó que la bruja nunca le daba nada de comer.
Piper le preguntó si sabía cómo liberar al príncipe, un chico alto, de unos 30 años, pálido y con ojos marrones.
El animal, que se llamaba Hipy, le contestó:” Sólo le puedes liberar si enseñas a la bruja algún objeto brillante y a la vez dices: el basilisco está enredado, ¿quién lo desenrollará?, el buen desenrollador que lo desenrolle buen desenrollador será.
A Piper eso no se le daba bien, pero aceptó lo que tenía que hacer y, mientras iban a buscar a la bruja, ella practicaba.
De repente la bruja salió de su escondite, pero Piper ya estaba preparada y lo dijo a toda velocidad con su espejo mirando hacia la luz para que brillara.
Entonces la bruja fue encarcelada y el castillo se volvió a la normalidad; ahora era mucho más bonito estaba lleno de cristales de colores. Además el príncipe fue liberado.
Piper volvió a donde vivían las reflejadoras y le dijeron que ella tenía que llevar al unicornio hasta un arcoíris con el poder que ellas le habían dado.
Piper hizo lo que le habían dicho y así el unicornio se hizo su amigo junto con Hipy y los demás animales y criaturas que fueron apareciendo cada día de otras nubes.

Este cuento lo ha inventado CRISTINA

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